Masturbación Anal: todo lo que tenés que saber - Intimia

Masturbación Anal: todo lo que tenés que saber

Masturbación anal

Hay quienes ya se enamoraron del juego anal… y quienes todavía sienten curiosidad, pero no saben por dónde empezar. Lo cierto es que el placer anal tiene muchísimos fans.

El ano está lleno de terminaciones nerviosas súper sensibles, y cuando se estimulan, pueden despertar sensaciones intensas, profundas y totalmente diferentes a las que da la estimulación genital. Y lo mejor es que no necesitás pareja para explorarlo: la masturbación anal puede ser un momento de autoconocimiento, relax y placer personal.

Si te da curiosidad sumar esta práctica , esta guía te va a acompañar paso a paso: cómo prepararte, qué juguetes usar y cómo hacerlo con cuidado y seguridad. Porque cuando sabés cómo, lo haces con seguridad y usás el lubricante indicado, el placer anal puede transformar tus orgasmos.

¿Es común?

Aunque muchas personas sienten que el sexo anal es “poco común”, los estudios dicen otra cosa: entre el 30 % y el 40 % de las personas heterosexuales aseguran haberlo practicado alguna vez.

En el caso de las personas homosexuales y bisexuales, los porcentajes son aún mayores. Diversos estudios indican que más del 80 % de los hombres gays y alrededor del 70 % de las mujeres lesbianas o bisexuales han explorado alguna forma de estimulación o penetración anal, ya sea con pareja o en solitario.

Es decir, el placer anal no pertenece a una orientación ni a un género: es parte de la sexualidad humana, y cada quien puede vivirlo de la forma que más le guste o le haga sentir bien.

Por qué explorar el placer anal

Porque es una sensación súper placentera. La zona anal es altamente sensible, incluso sin penetración y hay mucho por sentir.

La zona anal, igual que el clítoris, la vulva o el pene, está llena de terminaciones nerviosas que se comunican entre sí, es altamente sensible y hay mucho por sentir. El proctólogo argentino Lucas Quelín, conocido por hablar de salud anal sin tabúes, suele decir que “no hay un culo roto, sino mitos que hay que derribar”. Su mirada médica pero descontracturada ayuda a entender que explorar esta zona también puede ser una forma de cuidado y placer.

Cuando la estimulás con suavidad, se activan los mismos nervios que transmiten placer en el resto de tus genitales —el nervio pudendo, que conecta el ano, el perineo y las zonas sexuales principales—. Por eso, tocar o masajear el ano no se siente aislado, sino que puede intensificar todo lo demás: el clítoris, la vulva o incluso los orgasmos.

El cuerpo no separa el placer. Todo está conectado, y cuando te das permiso para explorar nuevas sensaciones, el resultado puede ser mucho más profundo y placentero de lo que imaginabas.

¿Qué juguetes puedo usar?

Hay un universo de juguetes pensados para el placer anal: plugs, bolas anales, masajeadores prostáticos, dildos, vibradores… cada uno tiene su encanto, su función y su nivel de intensidad. Hay opciones para principiantes, para quienes ya tienen algo de experiencia, y para los que buscan sensaciones más profundas o potentes.

Pero antes de hablar de modelos, un recordatorio importante:
👉 nunca improvises con objetos caseros. Ni frutas, ni cepillos, ni nada que no esté diseñado para el cuerpo. Los juguetes anales deben tener una base ancha o un tope, que evita que el juguete se deslice hacia adentro más de lo deseado. Es lo que los hace seguros y cómodos.

Cuando elijas, buscá siempre materiales de buena calidad: silicona segura para el cuerpo, acero inoxidable o vidrio templado. No hace falta gastar una fortuna, pero sí elegir bien.

Si es tu primera vez

Los plugs anales pequeños son ideales para empezar. Son cortitos, suaves y con una base segura. Ayudan a relajar los músculos, entender las sensaciones y ganar confianza.
También podés probar con bolas anales, que permiten jugar con distintas profundidades y presiones. Se sienten muy naturales porque se adaptan al movimiento del cuerpo.

Como dice el proctólogo argentino Lucas Quelín, lo importante no es “meter algo”, sino “aprender a conocer tu cuerpo sin miedo ni vergüenza”.

Si ya tenés experiencia

Podés ir un paso más allá con plugs más grandes, dildos con ventosa (perfectos para usar en la ducha o en el piso, con las manos libres) o masajeadores prostáticos si querés estimular puntos más internos.
Los dildos con base de succión son un clásico porque te permiten jugar en distintas posiciones y superficies. Eso sí: el lubricante sigue siendo obligatorio, incluso en la ducha.

⚠️ Importante: nunca uses un juguete que haya estado en el ano directamente en la vagina sin lavarlo bien antes o sin cambiar el preservativo.
Las bacterias del recto pueden causar infecciones vaginales o urinarias. Si vas a alternar entre zonas, lavá el juguete o usá un condón nuevo antes de cambiar.

Cómo hacerlo bien

1. Prepará el ambiente

Buscá un momento de calma, sin apuro ni interrupciones. Podés usar música, velas o lo que te ayude a relajarte.

2. Higiene sin exagerar

Duchate normalmente o, si te da tranquilidad, hacé un lavado anal suave con agua tibia (sin químicos ni jabón). No es obligatorio.

3. Lubricante si o si

El ano no lubrica solo, así que el lubricante no es opcional. Elegí uno a base de agua para utilizar con juguetes. Cuanto más, mejor.

4. Empezá desde afuera

Antes de intentar penetrar, masajeá alrededor del ano con el dedo o el juguete. Hacelo en círculos, con movimientos lentos.
La clave es que los músculos del esfínter se relajen. Si apretás, esperá. Si duele, no sigas.

5. Jugá con las sensaciones

Podés introducir apenas la punta del dedo o un plug pequeño. No hay que “entrar todo”. También podés combinar con caricias clitorianas: el contraste entre ambas zonas suele ser increíble.

6. Para terminar

Retirá el juguete con suavidad, limpiá todo con agua y jabón neutro y date unos minutos para quedarte con esa sensación de calma post placer.

Preguntas frecuentes

Explorar la masturbación anal no es una moda ni un desafío: es una forma más de conocerte y disfrutar tu cuerpo desde otro lugar. Lo importante no es “animarte a todo”, sino hacerlo con información, cuidado y placer.

Cuando dejás de mirar esa parte del cuerpo con prejuicio, algo cambia: aparece la curiosidad, la calma y una sensación de libertad que no tiene tanto que ver con lo que hacés, sino con cómo te tratás mientras lo hacés.

Así que andá a tu ritmo, con lubricante, paciencia y mucho respeto por tus tiempos.
Tu placer no necesita permiso, solo un poco de espacio para descubrirse. 💜

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