Te pasa: llegás a la cama, te tirás, abrís Netflix… y ahí se va la noche. Un capítulo, otro más, y de repente son las 2AM y lo más caliente que pasó fue una escena de tensión romántica que ni siquiera terminó en beso. ¿Dónde quedó el sexo? ¿La conexión con tu cuerpo? ¿Ese ratito de placer real que sabés que te hace bien?
No es solo una cuestión de “fiaca” o falta de ganas. Acá entra en juego algo mucho más profundo: la dopamina.
¿Qué tiene que ver la dopamina con todo esto?
La dopamina es un neurotransmisor que básicamente le dice a tu cerebro: “Ey, esto está bueno, repitámoslo”. Está detrás de lo que te motiva, de lo que te da placer y sí, de esa sensación de recompensa cuando algo te engancha.
Tanto el sexo como las series liberan dopamina, pero de maneras muuuy distintas. Cuando tenés relaciones (sola o acompañada), esa dopamina viene con contacto, con sensaciones físicas, con calorcito. Es más completa, más nutritiva, más del tipo “bienestar que se queda”.
Con Netflix, el pico de dopamina es más inmediato pero también más fugaz. Saltar de capítulo en capítulo activa esa recompensa rápida, pero después… viene el bajón. Literal. Lo que se conoce como “fatiga dopaminérgica” o la sensación de haber pasado horas mirando algo sin haber sentido nada real.
¿Qué te da más placer real?
¿Qué pensás? El sexo! Pero no hablamos solo de orgasmos. Estamos hablando de conexión, de fantasías, de explorar, de reírte mientras jugás con un juguete nuevo, o de acariciarte sin apuro. El tipo de placer que se siente en el cuerpo, que baja la ansiedad, que mejora el humor, y que incluso puede ayudarte a dormir mejor.
Netflix no te va a abrazar. Ni va a aprender lo que te gusta en la cama. Y no, “mirar algo para excitarse” no cuenta si después te dormís sin tocarte.
¿Entonces qué hacemos?
No se trata de dejar las series para siempre, pero sí de hacer espacio para vos.
Poné en pausa el piloto automático. En vez de darle “play” a otro capítulo, probá darle play a tu cuerpo.
Capaz hoy es una sesión de mimos con tu vibrador favorito. O una charla hot con tu pareja. O simplemente una fantasía que dejás que te recorra entera, sin apuros.
Porque el placer también empieza en la cabeza, y tu mente necesita dopamina de la buena. De esa que te hace sentir viva, deseada, presente.
Un tip de cierre…
Si estás muy en “modo serie”, probá dejar la pantalla 30 minutos antes de dormir. Poné música, bajá la luz, y hacé algo que active tu deseo y no solo tu algoritmo. Tu cuerpo te lo va a agradecer.
🎯 ¿Te interesa entender mejor por qué a veces no llegás al orgasmo (o ni siquiera te dan ganas de empezar)?
Hay muchas más variables en juego que el “no me caliento” o “mi pareja no me activa”. En este artículo te contamos sobre 5 factores clave que afectan el orgasmo femenino —desde lo fisiológico hasta lo emocional— y cómo podés mejorar cada uno sin presionarte: